La impunidad hipoteca el futuro (tributo a Macarena Gelman)
En la edición del miércoles 8 del corriente de
Dice Sanguinetti: “Demasiados desafíos nos acucian como para seguir revolviendo cenizas. Un pueblo que no sabe perdonar se arriesga a repetir su pasado. Como entidad nacional, lo ha sabido hacer Uruguay, que incluso ha ratificado con su voto, por dos veces, la amnistía a los militares”. Desgraciada la metáfora con la que comienza. No se trata, doctor Sanguinetti, de “revolver cenizas”, sino de hallar las de los asesinados sin tumba, clausurando así el atropello criminal que se sigue perpetrando al violar una de las más ancestrales conductas del género humano (exclusiva de éste), cual es la de enterrar y honrar a sus propios muertos. Ningún desafío del futuro puede dejar impaga esa deuda con el pasado, salvo que se legalice la impunidad.
Me ha tocado participar en Montevideo por lo menos en diez oportunidades de la dolorosa recordación de “La noche de los cristales rotos” (Kristallnacht). Casi siempre se hallaba presente el ex presidente. Nunca lo escuché ni tampoco leí una recomendación suya dirigida a la comunidad judía proponiendo no “revolver las cenizas”, y mucho menos la afirmación temeraria de que “un pueblo que no sabe perdonar se arriesga a repetir su pasado”.
Vayamos al perdón. Como bien lo sabe Sanguinetti, el concepto del perdón es hijo del cristianismo. Hasta entonces, la venganza en lo individual y la muerte o la esclavitud en lo colectivo eran las consecuencias de las ofensas o de las derrotas militares. Pero el perdón para los cristianos no es un acto gratuito y mucho menos puede ser impuesto por voluntades extrañas a las propias víctimas. El 15 de mayo de 1999, en
Ni en Argentina ni en Uruguay los responsables del terrorismo de Estado han manifestado arrepentimiento alguno por las atrocidades cometidas. Peor aun, dos meses atrás asistimos estupefactos a la repugnante reivindicación de ese terrorismo, por parte de Videla y Menéndez, ante el tribunal que los condenó a cadena perpetua. En Uruguay, sólo días atrás, un militar detenido hizo declaraciones reivindicando los secuestros, las torturas y las desapariciones, y un numeroso grupo de oficiales retirados lanzó frases amenazantes ante las investigaciones que tramita
Con respecto a la ley que según Sanguinetti ha permitido a los uruguayos superar el pasado, dada su ratificación en dos plebiscitos (el último con 48% de votos en contra), cae el ex presidente en un grave error conceptual. Los derechos humanos y sus violaciones no responden ni se subordinan a la voluntad de mayorías circunstanciales, por muchas que sean las veces que ésta se manifieste. El bien jurídico protegido es la dignidad suprema del hombre y su derecho inalienable a la justicia cuando ésta es avasallada. No hay ley que merezca llamarse tal si ampara su violación o deja sin castigo a sus responsables. En este sentido me permito recomendarle la lectura completa del magnífico trabajo publicado por
Al contrario de lo que expresa el ex presidente, si un pueblo perdonara sin que sus victimarios reconocieran sus delitos, se arrepintieran públicamente de ellos, buscaran repararlos y asumieran el compromiso de no repetirlos, lo que haría, aunque circunstancialmente lo ignorara, sería hipotecar su futuro, en garantía de un pasado que no ha sido capaz de resolver a través de la verdad y la justicia.
Patiño Mayer.
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