domingo, 26 de diciembre de 2010

LOS PORTADORES DE SUEÑOS



En todas las profecías

está escrita la destrucción del mundo.

Todas las profecías cuentan

que el hombre creará su propia destrucción

Pero los siglos y la vida que siempre se renueva

engendraron también una generación de amadores y soñadores;

hombres y mujeres que no soñaron con la destrucción del mundo,

sino con la construcción del mundo de las mariposas y los ruiseñores.

Desde pequeños venían marcados por el amor.

Detrás de su apariencia cotidiana

guardaban la ternura y el sol de medianoche.

Sus madres los encontraban llorando por un pájaro muerto

y más tarde tambien los encontraron a muchos

muertos como pájaros.

Estos seres cohabitaron con mujeres traslúcidas

y las dejaron preñadas de miel y de hijos reverdecidos

por un invierno de caricias.

Así fue como proliferaron en el mundo los portadores de sueños,

atacados ferozmente por los portadores de profecías habladoras de catástrofes.

Los llamaron ilusos, románticos, pensadores de utopías,

dijeron que sus palabras eran viejas

-y, en efecto, lo eran porque la memoria del paraíso es antigua

en el corazón del hombre-

los acumuladores de riquezas les temían

y lanzaban sus ejércitos contra ellos,

pero los portadores de sueños todas las noches hacían el amor

y seguía brotando su semilla del vientre de ellas

que no sólo portaban sueños sino que los multiplicaban

y los hacían correr y hablar.

De esta forma el mundo engendró de nuevo su vida

como también había engendrado a los que inventaron la manera

de apagar el sol.

Los portadores de sueños sobrevivieron a los climas gélidos

pero en los climas cálidos casi parecían brotar por generación espontánea. Quizá las palmeras, los cielos azules, las lluvias torrenciales

tuvieron algo que ver con esto,

la verdad es que como laboriosas hormiguitas

estos especímenes no dejaban de soñar y de construir

hermosos mundos,

mundos de hermanos, de hombres y mujeres que se llamaban compañeros,

que se enseñaban unos a otros a leer, se consolaban en las muertes,

se curaban y cuidaban entre ellos, se querían, se ayudaban en el

arte de querer y en la defensa de la felicidad.

Eran felices en su mundo de azúcar y viento

y de todas partes venían a impregnarse de su aliento

y de sus claras miradas

y hacia todas partes salían los que los habían conocido

portando sueños

soñando con profecías nuevas

que hablaban de tiempos de mariposas y ruiseñores

en que el mundo no tendría que terminar en la hecatombe

y, por el contrario, los científicos diseñarían

fuentes, jardines, juguetes sorprendentes

para hacer más gozosa la felicidad del hombre.

Son peligrosos -imprimían las grandes rotativas

Son peligrosos -decían los presidentes en sus discursos.

Son peligrosos -murmuraban los artífices de la guerra

Hay que destruirlos -imprimían las grandes rotativas

Hay que destruirlos -decían los presidentes en sus discursos

Hay que destruirlos -murmuraban los artífices de la guerra.

Los portadores de sueños conocían su poder

y por eso no se extrañaban

Y también sabían que la vida los había engendrado

para protegerse de la muerte que anuncian las profecías.

Y por eso defendían su vida aun con la muerte.

Y por eso cultivaban jardines de sueños

y los exportaban con grandes lazos de colores

y los profetas de la oscuridad se pasaban noches y días enteros

vigilando los pasajes y los caminos

buscando estos peligrosos cargamentos

que nunca lograban atrapar

porque el que no tiene ojos para soñar

no ve los sueños ni de día, ni de noche.

Y en el mundo se ha desatado un gran tráfico de sueños

que no pueden detener los traficantes de la muerte;

y por doquier hay paquetes con grandes lazos

que sólo esta nueva raza de hombres puede ver

y la semilla de estos sueños no se puede detectar

porque va envuelta en rojos corazones

o en amplios vestidos de maternidad

donde piesecitos soñadores alborotan los vientres que los cargan.

Dicen que la tierra después de parirlos

desencadenó un cielo de arcoiris

y soplo de fecundidad las raíces de los árboles.

Nosotros sólo sabemos que los hemos visto

Sabemos que la vida los engendró

para protegerse de la muerte que anuncian las profecías.



G. Belli.

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