¡Doce huevos podridos a la canasta!
Ayer fueron procesados dos siniestros personajes de la dictadura cívico,-militar de nuestro país.
Esta vez se le agregó a esa canasta infame de criminales, el militar Juan Carlos Gómez.
Una docena de huevos podridos que se logró sacar de la sociedad para evitar seguir haciendo daño.
Este Gómez parece que estuvo en el S2 del 9º de Caballería en el año 1972, así surge de algunos datos.
No hablaré acá de todo ese trámite que se realizó ayer en Paso de los Toros.
Sí quiero destacar la dignidad mostrada por algunos pocos ciudadanos de ese lugar que concurrieron con carteles y gritándoles ¡asesinos!
El compañero Roberto Gomensoro, fue brutalmente torturado como todos lo fuimos en aquella época. Pero toma cierta relevancia el que lo hayan castrado... no fue el único a Gelós Bonilla también lo castraron.
Una sobre cuota de sadismo.
Ha sido una noticia que impactó y disparó en cada uno; ya sea periodista o gente común y corriente incluso en compañeras/os: Un horror que sobrepasa al entendimiento.
“El aparato represivo pone además sistemáticamente en funcionamiento la máquina de la tortura. El ataque al cuerpo, destinado a marcar para someter, como se marca al ganado para asegurarse su propiedad, constituye también huella del horror. Tatuajes de un número, en los campos de concentración nazi; marcas de quemaduras de cigarrillo, cicatrices, pérdidas de dientes, fracturas y deformaciones en los lugares de detención, constituyen las huellas visibles en la superficie corporal. Existen aquellas que no se ven, aquellas que se evita mostrar y que se viven solitariamente; son estas las inscripciones que han atravesado la frontera defensiva del cuerpo, que han apuntado a cambiar la identidad en su origen.
Manipulación, penetración brutal, humillante, de los lugares del cuerpo donde se organizan los límites del afuera y del adentro, del yo y el no-yo, espacios del secreto, del placer. Es allá donde el verdugo quiere marcar para convertirse en dueño y ejercer su dominio”.
Extraído del libro Violencia de Estado y Psicoanálisis.
Desde siempre se denunciaron estos delitos atroces, aberrantes...ya casi las palabras se quedan débiles para calificar estos asesinatos.
En aquel período, el miedo imperante y el acorralamiento a quienes pudieran hacer algo fue; cada día más limitante.
A otros los indiferentes; se los tragó la cobardía.
Pero que pueden decir hoy los que luego de haber alabado, apoyado, ayudado, colaborado, alentado a estos personajes y me refiero a los que después se disfrazaron de demócratas y a 37 años festejan como si hubieran sido grandes defensores de las libertades. Qué pueden decir los políticos que abrieron las puertas al horror.
Hoy seguimos demostrando que nuestras verdades eran tales y aún mayores de lo que podíamos relatar.
“Volvíamos apenas. Traíamos con nosotros nuestra memoria, nuestra experiencia viva y sentíamos un deseo frenético de decirla tal cual. Y desde los primeros días, nos pareció imposible colmar la distancia entre el lenguaje del que disponíamos y esta experiencia que perseguía a nuestro cuerpo... Apenas empezábamos a contar que nos sofocábamos: la desproporción era tal entre experiencia vivida y el relato posible....”
Robert Antelme.
Los ideólogos son también los que deben pasar por las estrados de la justicia, sin ellos volverá todo a suceder porque son los grandes responsables. Deben compartir las celdas aunque sean VIP pero tienen que estar tras las rejas.
Tenemos que seguir recabando datos, señales que nos indiquen los rastros de los verdugos que nos dejaron para siempre las marcas del horror.
Pero que por dignidad las cambiamos por: ¡VERDAD Y JUSTICIA!
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