EXILIO, EXILIO Y DESEXILIO
Mi experiencia en Cuba y Uruguay
Margrit Schiller
A MANERA DE PRÓLOGO
Leer Exilio, exilio y
desexilio de Margrit Schiller ha sido para mí más una experiencia que una
lectura. Una experiencia largamente anhelada y enormemente necesaria, sobre
todo en estos tiempos en que el “borrón y cuenta nueva” es una de las armas más
eficaces que utiliza el poder para mantener en ignorancia a los pueblos. George
Orwell dijo que quien controla el pasado controla el futuro, es decir, que controlar
nuestra historia hace más fácil controlar nuestro futuro, lo cual muchas veces
significa llevarnos como ovejas al corral.
Los años
setenta y ochenta del siglo pasado vieron luchas encarnizadas de liberación en
diversas partes del mundo. En el Sur, sobre todo en el Cono Sur del continente
americano, gobiernos dictatoriales respaldados por Estados Unidos se impusieron
a base de guerras regulares, irregulares y de contingentes paramilitares. La
tortura, la desaparición y el exilio alcanzaron a centenares de miles de
personas. Generaciones enteras se perdieron. En el Norte –Estados Unidos y
Europa luchas similares involucraron menor cantidad de participantes pero
fueron igualmente brutales. Allí también fueron cruelmente reprimidas por las
fuerzas oficiales.
En Alemania
occidental, en la década de los setenta, jóvenes de la Baader-Meinhof
lucharon, entre otras cosas, por una toma de conciencia acerca de las
barbaridades del nazismo. El olvido –cuidadosamente cultivado por la historia
oficial– cubría todo. Recuperar la memoria histórica era importante para
quienes, como Margrit Schiller, sufrieron la encarnizada época de la generación
de sus padres. El primer libro de Schiller, Una
dura batalla por los recuerdos. Mi experiencia en la lucha armada y en la cárcel,
(Es war ein harter Kampf um meine
Erinnerung: Ein Lebenstbericht aus der RAF, en el alemán original), es una
memoria de la participación de la autora en esa lucha, su captura y
encarcelamiento por casi siete años, su experiencia de aislamiento sensorial y
su sobre vivencia. Es un libro de gran valor, sobre todo en cuanto nos permite
conocer una historia previamente ignorada o ficcionalizada en películas
hollywoodenses.
Pero Exilio, exilio y desexilio va mucho más
lejos, y su valor va más allá en tanto toca con iluminadora profundidad asuntos
que nos pertenecen a todos y todas. Hablo de la memoria y el desgarrador pero
necesario trabajo de desenterrarla y convertirla en energía lúcida para poder
seguir viviendo. Hablo de los silencios, que en la medida en que los mantenemos
y protegemos nos hacen un daño que se da a conocer en relaciones deterioradas,
incapacidades físicas y emocionales, y trastornos de todo tipo. Hablo de la
recuperación de la memoria individual y colectiva, que aun cuando resulta terriblemente
difícil es extraordinariamente liberadora.
La historia
no tiene por qué repetirse. Pero si la ignoramos, si la dejamos en algún lugar
oculto del pasado y nos negamos a aceptar que ocurrió, se repetirá
invariablemente y con creces. Esta es una verdad tanto en el ámbito del llamado
abuso doméstico como en el de las luchas políticas. La única manera de evitar
esa repetición social es romper el silencio, juntarnos con otros y otras que
han sufrido experiencias similares, homenajearlas, intercambiar emociones e
ideas, hablar.
Margrit
Schiller, a sabiendas de que si se quedara en Alemania era probable que le
encarcelarían nuevamente, salió de su país y pidió asilo político en Cuba. Allí
vivió varios años, se casó con un jazzista cubano y tuvo hijos. Después viajó
con su familia a Uruguay, donde por primera vez comenzó a conocer una cantidad
de sobrevivientes de la guerra sucia de los años setenta y ochenta en ese país
sureño. De a poco empezaron a comunicarse entre ellos, las mujeres
principalmente. En culturas distintas y diferentes lenguajes, Margrit comprobó
que el mismo silencio cubría experiencias similares y fundamentales de la vida.
Exilio, exilio y desexilio es un libro importante desde el
punto de vista histórico. Como memoria, cumple con la función de revelarnos
páginas de historia intencionalmente borradas. Pero aun más importante es, para
mí, el drama –terrible y finalmente beneficioso que emerge cuando los esfuerzos
de la autora por juntar a los sobrevivientes se ven recompensados. Cuando muchas
mujeres y algunos hombres rompen su largo silencio y se desprenden de gran
parte del peso que por tanto tiempo los ha agobiado, quizá sin saberlo.
Schiller
escribe con pasión y honestidad. Maneja con sutileza el lenguaje y lo que él
conlleva. Explora la historia, el poder, la voz propia y otros áreas que tanto
importan en esta época en que –repito– el acto de silenciar es un arma de
control tan eficaz.
Por eso
digo que esta obra ha sido para mí más una experiencia que una lectura. A veces
sentí que estaba frente a un espejo, viéndome a mí misma y a mis experiencias
con una nueva claridad. Por eso mi gratitud es profunda. Creo sinceramente que,
independientemente de la historia particular del lector, éste será un libro que
promoverá discusión, reflexión, y resultará de gran utilidad.
Margaret Randall
Albuquerque, Nuevo México
Primavera de 2012
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