Prensa La República.
Unas 30 mil personas
reclamaron ayer, en silencio, el fin de la impunidad en Uruguay.
El final de la movilización fue previsible.
Algunos centenares de activistas se fueron contra las vallas que protegían la
sede de la Suprema Corte
de Justicia (SCJ), para organizar un cacerolazo y protestar y gritar que esta
integración de la SCJ
era de la impunidad.
Pero como hace 18 años, el arranque de la
marcha fue extremadamente puntual. Pasadas las 18 horas fueron llegando los
primeros manifestantes, integrantes de las organizaciones de derechos humanos,
representantes de sindicatos y muchos, pero muchos jóvenes estudiantes,
liceales y universitarios. Ayer, en varias facultades se suspendieron las
clases precisamente para que alumnos y funcionarios pudieran concurrir a la
marcha. Se concentraron en la
Plaza de los desaparecidos de América, de Rivera y Jackson.
Los carteles con las imágenes de las víctimas de la dictadura estaban presentes
como siempre, marcando el camino en la cabeza de la procesión. Detrás, las
grandes pancartas con alusión al fin de la impunidad, al reclamo de justicia y
los cuestionamientos a la
Suprema Corte de Justicia, que fueron una constante.
Un gigantesco cartel era visible desde todas
partes. El mismo decía: “Sres del gobierno y Corte de Justicia, con su sangre
hagan los pactos que deseen pero no les permitimos pactar con la sangre
inocente de nuestros secuestrados”.
Frente a la sede del INJU, un grupo de jóvenes
judíos progresistas aguardaban la columna para sumarse con sus distintivos.
Algunos de los activistas se preguntaron
cuándo será el día en que no haya necesidad de organizar estas marchas, que
ahora también se hacen en Maldonado, Carmelo, Paysandú, Florida, Mercedes, San
José y Durazno.
Las alusiones a los dichos del presidente de la SCJ , Ruibal Pino, se
repitieron en los distintos mensajes. “La muralla de la impunidad caerá”, “No
son delitos comunes, sino crímenes de lesa humanidad”, entre otros. Una señora
le dijo a su compañera que el texto del cartel “hace referencia a un juez que
dijo que se chocarían contra una muralla”.
Un grupo de coches con taxímetros
cooperativistas abría la marcha, llevando la bandera uruguaya. Al pasar frente
a la Universidad ,
algunos centenares de personas observaban con expectación la lenta y sentida
caminata. El propio rector Rodrigo Arocena esperó el pasaje de la columna
humana y posteriormente se sumó a la misma. Lo mismo hicieron el ex legislador
Víctor Vaillant y el ex sindicalista y director de AFE Juan Silveira.
Reconocidos activistas jubilados aguardaban el
paso con carteles en sus manos, y acompañaban la caminata con un paso cansino.
En la popular “plaza de los bomberos”, el ex
embajador argentino Hernán Patiño Mayer rápidamente llegó hasta la cabeza de la
procesión y continuó su trajín hasta la Plaza Cagancha.
El titular del Banco Central (BCU), Mario
Bergara, de ropa informal, se confundió entre la multitud. Lo mismo hizo el
senador socialista Roberto Conde, hasta hace unos días vicecanciller de la República. En el
emblemático Teatro El Galpón se colocó una extensa bandera con la inscripción
“En mi patria no hay Justicia”, la consigna de la 18ª Marcha del Silencio.
La intendenta Ana Olivera y varios directores
departamentales alcanzaron la masiva caminata en 18 de Julio y Carlos Roxlo. Un
vendedor de rosas rojas procuraba colocar sus flores.
El diputado Roque Arregui y la ministra de
Turismo, Liliam Kechichian se sumaron a la marcha poco antes de llegar a la Intendencia. Cabe
decir que el senador Ernesto Agazzi hizo toda la recorrida y manifestó su
preocupación por la reacción que tuviera en la gente la decisión de la SCJ. “No puede calentarse ni
dejar de comprometerse para vivir en una sociedad mejor”, dijo.
La histórica defensora de los derechos humanos
Luisa Cuesta, de 94 años, no falló y en un esfuerzo admirable acompañó la
caminata durante cuatro cuadras, portando un cartel. Después, lo de todos los
años, en cada nombre de los desaparecidos, los miles de uruguayos respondieron
con un “¡Presente!”
Al llegar a Plaza Cagancha, la respuesta a la
impunidad fueron los aplausos, los que comenzaban en la cabeza de la marcha y
culminaban poco después al término de la misma. Más de 20 mil personas
entonaron son sentimiento el “tiranos temblad” del Himno, y volvieron a
aplaudir. Lo que vino después, el cacerolazo a la SCJ , ya no era la Marcha del Silencio.
Muchos medios de
prensa internacionales
Con cada Marcha del Silencio, aumenta su
cobertura periodística. Ayer, las cámaras fotográficas y de televisión
abundaban. A quienes pretendían ver su paso se les dificultaba la visual por
las decenas de camarógrafos presentes en la cabeza de la marcha. A los medios
locales se sumaron varios medios de comunicación del exterior, como ser de la
televisión española, argentina, venezolana y brasileña.
Fue dificultoso el arranque de la caminata. La
ausencia de inspectores municipales complicó la organización del tránsito,
donde los vehículos no se detenían y los manifestantes no podían ingresar a la Avenida 18 de Julio. Pero
esto fue solo un aspecto menor.
Una camioneta blanca, conducida por mujeres
policías, cruzó la avenida entre medio de la gente, lo que provocó la reacción
y la indignación de un grupo, pero finalmente todo quedó en nada.
“La Corte de la impunidad”
“Hay que saltar, hay que saltar, esta es la Corte de la impunidad”, fue
cantado ayer por algunos centenares de manifestantes frente a la sede de la SCJ , que fue vallada por la Policía. La
organización Plenaria, Memoria y Justicia organizó un cacerolazo al finalizar la Marcha del Silencio y su
difusión se hizo a través de las redes sociales.
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La diaria.
Aún
Ayer se realizó la 18ª
Marcha del Silencio, en un clima de malestar por percepción de retrocesos en la
búsqueda de verdad y justicia.
La sensación
entre los miles de manifestantes era la de que hubo un retroceso. Desde la Marcha del Silencio del 20
de mayo del año pasado hasta la de ayer todo lo relacionado a la búsqueda de
verdad y con los procesos judiciales a los responsables de crímenes en la
última dictadura no ha sido alentador para los militantes por la defensa de los
derechos humanos.
El traslado de la
jueza Mariana Mota de la órbita penal a la civil y la declaración de
inconstitucionalidad de la ley interpretativa de caducidad golpeó duramente a
quienes luchan desde hace años por verdad y justicia. Ese estado se podía
percibir entre los presentes en la previa al inicio de una nueva Marcha del
Silencio, desde Rivera y Jackson. Se notaba en las charlas y en las pancartas y
carteles. “Basta de palabras. Juicio y castigo”, rezaba uno firmado por la Corriente de Estudiantes
del Pueblo. “No son delitos comunes, son crímenes de lesa humanidad”, afirmaba
otro, en referencia al fallo de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) que declaró
prescriptibles los crímenes denunciados por las organizaciones de derechos
humanos. “
Ninguna confianza
en esta Justicia”, “apertura de los archivos de la dictadura”, “la muralla de
la impunidad caerá”, decía el cartel de Plenaria Memoria y Justicia, mientras
que el pasacalle principal expresaba el lema de la convocatoria de ayer: “En mi
patria no hay justicia. ¿Quiénes son los responsables?”. Se trataba, en esos
casos, de mensajes que era posible encontrar en otras ediciones de la marcha,
pero hubo dos que, de algún modo, marcaron la tónica de la de ayer.
Al final, un enorme pasacalle decía: “Señores del gobierno
y la Corte , con
su sangre hagan los pactos que deseen, pero no le permitimos pactar con la
sangre inocente de nuestros seres queridos”, firmado por “Hijos, familiares y
amigos de Aldo Chiquito Perrini”, uno de los casos que el fallo de la SCJ dejó sin sentencia (verhttp://ladiaria.com.uy/ACKr).
Unas cuadras más adelante, a la altura de la Plaza de los Treinta y Tres, otro enorme cartel
daba cuenta del cambio de ánimo que provocaron los fallos de la SCJ : “¿Hasta cuándo
marcharemos en silencio?”, era la pregunta. A la hora de arrancar se podía
apreciar una concurrencia importante, que desafiaba al frío y a un cielo
nublado y amenazante. Había dirigentes del Frente Amplio (FA) como el diputado
Felipe Michelini, Daniel Martínez, el embajador itinerante Julio Baráibar, el
ex ministro de Salud Pública Jorge Venegas, la ex ministra de Desarrollo Social
Marina Arismendi, el ex vicecanciller socialista Roberto Conde, el ex director
del Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay Víctor Giorgi, el integrante
de la Institución
Nacional de Derechos Humanos Juan Faroppa. También, el ex
embajador argentino en Uruguay Hernán Patiño Mayer y los militantes Jorge
Marenales y Jorge Zabalza, entre otros.
Cuando comenzó la
marcha, alguien gritó que el responsable de que no hubiera justicia era el FA,
lo que motivó que un integrante de la organización le pidiera que se retirara.
El hombre retrucó diciendo: “No me metas nada que la calle es libre”. Un par de
cuadras después, a la altura de la
Facultad de Derecho, se escucharon gritos contra Tabaré
Vázquez, José Mujica y otros dirigentes del FA. El que los profería era un
hombre que simulaba hablar desde un público, y que molestó a los manifestantes
porque estaba rompiendo la consigna de marcha en silencio. Entonces, el hombre
dijo su última frase: “Hola, ¿Jefatura? Acá hay un grave caso de droga y tortas
fritas”. Luego, colgó el tubo y se retiró.
Al llegar a la
altura de la explanada municipal, en la pantalla de la fachada del edificio de la Dirección Nacional
de Impresiones y Publicaciones Oficiales se emitía un spot alusivo a la marcha,
que decía “Escuchalos”, mostraba algo escrito en lenguaje de señas y remataba
con un gran “Están”, en letras blancas sobre fondo negro.
Como todos los
años, al llegar la cabecera de la marcha a las inmediaciones de la Plaza Libertad , se
enunciaron los nombres de los detenidos desaparecidos, y ante cada uno de
ellos, los concurrentes gritaron “presente”. Al llegar a la plaza, se entonó el
Himno Nacional, y a la altura de las últimas estrofas comenzó a caer una suave
e imperceptible llovizna. Parecía que todo terminaba ahí, pero no fue así.
Integrantes de algunas organizaciones, entre ellas Plenaria Memoria y Justicia,
hicieron un caceroleo en la sede de la SCJ. Los manifestantes sólo llegaron hasta una
valla que no permitía acceder a la puerta del edificio.
Dos manifestantes
se paseaban por la plaza: una mujer disfrazada de Justicia, con los ojos
tapados con un trapo que decía “Frente Amplio”y la boca con un bozal que decía
PITCNT; otro, disfrazado de coracero y portando un escudo que decía “SCJ”,
llevaba atada a la primera. Otros se quejaban, indignados, porque un policía
que estaba del otro lado de la valla se reía. Los demás golpeaban cacerolas,
cucharones, latas de conserva vacías, canillas, al tiempo que entonaban
consignas como “no hubo errores, no hubo excesos; son todos asesinos los
milicos del proceso” y “se va a acabar, se va a acabar la impunidad en
Uruguay”.
Con el correr de
los minutos, la protesta en las inmediaciones de la sede de la SCJ se fue disipando. En la
plaza quedaba mucha gente que no se había sumado al caceroleo. El senador
Rafael Michelini declaraba a la prensa que confía en que la Justicia determine
“quiénes son los responsables y actúe con las garantías del caso”, y que
mientras haya un caso impune “el Estado estará en deuda, por eso hay que
seguir”. Óscar Urtazún, integrante de Familiares, declaraba que el ministro de
Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro “lo único que ha hecho es
entorpecer las investigaciones y jugarse siempre por la inocencia de los
asesinos”. Valentín Enseñat, de Hijos, afirmaba: “Algo que nos anima y nos
alienta es ver cuáles han sido las consecuencias de eso, y ver que los fiscales
y los jueces, a pesar de estas resoluciones, han tomado decisiones de acuerdo a
lo planteado por el derecho internacional”. La llovizna seguía cayendo, no se
notaba pero seguía, y de puro perseverante, mojaba.
Diego Recoba
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