El cementerio de trenes existe.
Hace muy poco,
realicé una visita, a los talleres de trenes de la estación Peñarol.
Fue una visita
programada con muchos jóvenes fotógrafos, que tenían como
paseo; visitar dicha estación.
Más
específicamente; visitar los talleres de
trenes de dicha estación.
La otrora estación de Peñarol antiguamente pujante; como lo
fue el largo período de circulación de trenes en nuestro país;
está enclavada en un populoso
barrio obrero.
Por esa razón, a su
vez se construyeron alrededor, viviendas para los empleados ferroviarios.
Llegué temprano como es mi costumbre, y poder así, tirar
algunas fotos previas.
A las pocas
locomotoras apenas sobrevivientes y a sus vías casi moribundas.
Tuve la suerte de que un joven colega; Pablo, llegó temprano a la cita y con él inicié para
amenizar; un coloquio breve pero
gratificante.
Siempre sigo pensando que la profesión de fotógrafa/o, es
muy solitaria.
En fin, pude invitarlo a tirar algunas fotos; ofreciendo
ser… casi anfitriona del lugar!
Luego de un rato llegó el numeroso grupo, que siempre agrada
al alma, con la docente, que nos guiaría
a tal encuentro.
De allí partimos todos a los famosos talleres de trenes de
la estación Peñarol, cita acordada por la Escuela de Fotógrafos Aquelarre.
Los trámites necesarios… la inquietud de los nuevos fotógrafos… todo listo.
Previa, algunas
tiradas de fotos para los que tenemos el vicio del fotorreportaje!
La espera… el pasaje previo del trámite como en todas las
cosas de este país…
Primera secuencia de fotos mías: la entrada….
Algunos perros que se hicieron dueños de ese lugar a lo largo de tiempo, nos dan la bienvenida
un poco molesta para su quietud monótona.
Bien entramos todos. Saludos… agradecimientos…etc.
.
Los clik de las cámaras no se hacían desear sobretodos los
míos….
Registrar ese encuentro…
Mi mirada sería sin
dudas muy diferente a los jóvenes…
Yo asistiría por primera vez al desentierro de los trenes…
así me lo había propuesto.
Creo que fue en el año 1979…o 80... No lo sé con precisión.
Yo había estado presa durante casi 5 años, por la dictadura imperante en nuestro país.
A mi salida tuve la suerte de que algunas compañeras; me hicieron
un lugar en un trabajo.
Así que pude trabajar…
claro que el acoso de los militares se hacía presente a cada instante.
De todas maneras me planteé,
cuando me correspondieran… unas buenas vacaciones.
hacer un viaje en
tren hasta Rivera! Había sido invitada, por tanto no desestimaría esa
oportunidad.
De esa forma pude disfrutar de ese viaje en tren….! Ni
quieran saber como quedé!!!!
En fin, lo disfruté
muchísimo!
Luego de la época del descalabro financiero del país, por los de siempre; blancos y colorados que
ostentaron el poder durante más de 150 años, terminaron con ese servicio
necesario para el pueblo.
Volvamos a la visita.
Un funcionario muy predispuesto nos indicó el lugar de los
talleres de trenes.
Un verdadero cementerio!!!
Un inmenso galpón casi en penumbras yacían hierros,
maquinaria en total desuso.
Del techo con
muchísimas entradas de luz tenue, se filtraban rayitos de luz que simulaban una
sinfonía - a mi antojo -de ceremonia luctuosa.
El olor a metal golpeaba a cada instante y el silencio
perpetuo como en un campo de batalla;
después de la derrota.
Nos dispersamos todos, el lugar ameritaba buscar los
escondrijos que allí surgían a cada paso.
La cámara se negaba a registrar casi sin luz natural.
Había que apelar a la experiencia y después ver los
resultados.
La emoción me
embargaba profundamente…corría con cierta ventaja en mi memoria de otra épocas.
Mis tías vivieron en
la zona de Sayazo, cuando las visitaba con mis padres, siendo muy chica en
edad, una de los entretenimientos; era viajar en tren hasta Peñarol. Un viaje cortito, pero
singular.
La bocina que anunciaba la llegada a la estación y los
pasajeros presurosos, le daban un
colorido a la vida en esos años.
Durante el viaje y el traqueteo de los vagones, se conjugaban los diferentes modismos, de cada localidad del
interior profundo, que los citadinos
seguimos casi desconociendo.
Recorrimos en silencio.
Tiré fotos… unas tras otra…
Bronca…nostalgia. Pesadumbre… dolor…
Allí estaban mis emociones a flor de piel….
El descalabro de algo
increíble, que nunca debió suceder…herrumbre y más herrumbre.
En un sector del lugar una luz fuerte que venía del
techo, alumbraba un conjunto de
vestigios de piezas de trenes. Y en medio de ese escenario, se erguía casi
majestuoso un helecho verde muy vital.
Casi como encandilados
casi todos convergimos a ese lugar. La luz natural ayudaba a las tomas
aunque demasiado potente que “quemaba” la escena.
El “anfitrión”: el helecho,
rodeado por el clik incesante de las cámaras.
Fue un instante de buscar la vida en ese lugar inerte.
Más allá se ve un tren arrinconado por el tiempo… subimos
algunos. Desmembrado todo él, los asientos a un costado hierros y más hierros.
Se conservaba la puerta del pasaje de un vagón a otro. Solo
el decreto del P.E
Prohibido
fumar…ayudado por un graffiti irónico.
Por la ventanita de
ojo de buey se veía la escena de ahora; desolación.
Mi pregunta no se hizo esperar a uno de los jóvenes del
periplo. ¿Qué te causa todo esto?
Indignación me dijo de
inmediato. No lo puedo creer –
Fin del paseo en los talleres.
Salimos nuevamente a la luz. Al fondo de otro lugar se
hallaban los vagones y locomotoras derruidas entre el pasto alto.
Otra escena dantesca.
Me aparté hacia un lado en solitario. Toqué un vieja
chatarra de tren oxidada, en ella ya
habían nacido múltiples plantas coloridas.
Tomé una margarita silvestre que abundaba por allí y la
coloqué en esa chatarra.
Como si dejara simbólicamente mi ofrenda en este entierro de
tiempo olvidado.
Martha Passeggi
No hay comentarios:
Publicar un comentario