domingo, 26 de junio de 2011

26 de junio Día Internacional contra la tortura.

26 DE JUNIO

DÍA INTERNACIONAL EN APOYO

A VÍCTIMAS DE TORTURAS.

La comunidad internacional conmemora anualmente el 26 de Junio el “Día Internacional en Apoyo de las Víctimas de la Tortura”, con el fin de dirigir la atención mundial hacia la necesidad de poner fin a la tortura y ayudar a las víctimas.

La Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el Día Internacional en su resolución 52/149, de 12 de diciembre de 1997, con el propósito de erradicar la tortura y de asegurar la aplicación de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes.

La tortura es una de las formas más graves de violación de los derechos humanos, e impone un costo terrible a millones de personas y sus familias. La violación, los golpes en las plantas de los pies, la asfixia por inmersión, las quemaduras, la aplicación de corriente eléctrica, la privación del sueño, las sacudidas y las palizas son métodos habituales de los torturadores para quebrantar la personalidad del individuo.
Aunque los daños físicos son tremendos, las secuelas psicológicas y emocionales suelen ser aún más destructivas y más difíciles de curar. Muchos supervivientes de la tortura sufren de pesadillas y de recuerdos angustiosos recurrentes. Rehuyen a la familia, la escuela y el trabajo y experimentan pérdida de confianza.

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Difundirlo es sembrar Memoria.

Descripción de los efectos de la tortura.

Editorial Martha Passeggi.

Siempre nos referimos a las torturas físicas quizás, porque son los más visibles y de impacto desbastadores más inmediatos.

Pero para las torturas psíquicas no encontramos generalmente las palabras adecuadas y precisas para describirlas.

Sin embargo, estas heridas internas son las más demoledoras a largo plazo.

Definición de trauma:

Un hecho traumático lo constituye un episodio violento, grave e imprevisto fuera del campo de la experiencia humana ordinaria vivida por una o varias personas.

Esto configura un cuadro de alto impacto emocional con derivaciones fisiológicas y psíquicas.

Significa que se pone en juego todo un universo de efectos químicos y emocionales en el cuerpo.

Esa fue la situación que vivimos, los que fuimos detenidos- secuestrados en la época de la dictadura en este país y en toda la región.

Los opositores políticos al régimen dictatorial, en los primeros momentos en que éramos capturados pasábamos al estado de amenaza permanente a nuestra integridad física y psíquica.

Desde el primer momento nuestros cuerpos eran sometidos a salvajes torturas.

El promedio de edad que teníamos en esa época era de 20 a 35 años. Pero también una franja etárea de 50. 60 años.

Los primeros minutos del secuestro:

La indefensión de no saber que va a pasarme.

Un frío espeso rodea el cuerpo.

Una capucha impuesta o una venda nos sacaban del mundo exterior en forma brusca.

Allí comienza a funcionar el cuerpo como primera forma de defensa.

Aumenta la fuerza muscular y arterial.

La respiración se torna agitada en extremo, corta, alta.

La actividad cardiaca en paroxismo… taquicardias.

Las descargas internas, corporales de las llamadas “hormonas del estrés”, adrenalina, cortisona, serotonina, endorfina se vuelcan al torrente sanguíneo en forma continua.

Cuerpos sometidos a diversidad de aplicaciones aberrantes de torturas; golpes, patadas, asfixia por inmersión en recipientes de agua pestilente: con orín y materias fecales, asfixia con bolsas de nylon produciendo una desesperación inenarrable de sofoco, descargas intensas de electricidad, humillaciones, insultos; son parte de ese universo que los torturadores empleaban para someter y destruir a sus víctimas.

Y en el plano psicológico:

La atención activada en estado de alerta, a lo que nos hacían.

Los gritos, los ruidos se amplificaban; a nuestro alrededor.

Todo producía embotamiento de la emoción, disociación interna: replegados hacia nuestro interior para protegernos.

Al dolor del cuerpo se sumaba el dolor del espíritu, con aquellas torturas que no dejaban huellas visibles como las violaciones a mujeres y hombres por igual.

A su vez se volvía a amplificar los dolores, el miedo, el terror de sentir los gritos de los otros/as, de familiares, hijos, hermanos.

Esto nos dejaba en la incertidumbre e impotencia de no saber si tuviese un fin inmediato, certero. Todo lo contrario; permanecíamos por días, meses casi muriendo… de esa forma.

Era estar a disposición de ellos: los torturadores.

Los cuerpos sé cimbraban, por las descargas de electricidad aplicadas, intensas…continuas.

Sudaban nuestros cuerpos… casi adolescentes: de miedo, se erizaba la piel como primera alarma de peligro.

Y el cuerpo psíquico respondía tratando en céntimas de segundos, elaborar y volver a codificar nuevas alternativas de contrarrestar los peligros descargando más y más hormonas del estrés invadiendo todo el cuerpo, todos los cuerpos. Sintiendo el propio dolor y el ajeno.

La desnudez como método de desprotección, de vulnerabilidad tanto en hombres como en mujeres. Sólo que en la mujer tomaba otros parámetros culturales de los cuales se valían ellos: los torturadores.

Estas prácticas como otras infinitas, fueron parte de la instrucción que se les había impartido, en las academias norteamericanas a las cuales muchos de los militares habían tomado cursos intensivos: de cómo llevar al límite esos cuerpos heridos por fuera y por dentro.

El llanto una expresión tangible del cuerpo emocional muchas veces era sofocado por uno/a misma para que no fuese utilizado como elemento de fragilidad. Otras veces funcionaba como forma de descargas para recuperar fuerzas internas. Los gritos también.

Y así pasaban los días, porque el tiempo lo administraban ellos: los perpetradores.

Disponían de un resorte que los aparaba en la total impunidad: El estado uruguayo.

Militares y civiles todos complotando en igual función y responsabilidad.

El cerco impuesto nos acorralaba… no teníamos formas de salvarnos de las salvajes torturas.

Las transitábamos… apelando cada una/o a su fortaleza interior, convicción o suerte efímera.

Y en esa “danza” con la muerte; ellos se regodeaban del sufrimiento de sus víctimas.

La tortura; de ayer y de hoy sigue su itinerario de destrucción.

¿Hasta cuando debemos esperar; que los “nuevos ocupantes del estado” erradiquen esta práctica de nuestra cultura uruguaya?

¿Nos pedirán perdón por el ayer?..................

Y qué está pasando en estos momentos ¿yo escucho un grito de dolor? ¿Y usted?....

Martha Helena Passeggi

Año 2011.

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