El beso de Marta
Publicado el 27 de Agosto de 2011Mi mamá recitaba poemas de Miguel Hernández. De memoria, en cualquier momento, a cuento de cualquier cosa. Yo no lo recuerdo, pero mis hermanos mayores sí. Una vez un hijo de puta que dijo haber estado a cargo de su custodia mientras estuvo cautiva en Campo de Mayo se nos acercó para contarnos “sus últimos momentos”. No le creímos nada. Hasta que dijo que las compañeras la querían mucho porque ella les recitaba poemas para alentarlas. Entonces la reconocimos.
Si un día sus huesos me encontraran, si tuviera la posibilidad de enterrarla alguna vez, le recitaría, de memoria la “Elegía” de Miguel Hernández, para alentarme a mí misma, para ser mi propia compañera, para decirme “no desfallezca compañera, que la victoria está próxima, y ahora estamos por enterrar a sus muertos”. Y entonces sería llorando el hortelano y escarbaría la tierra con los dientes y apartaría la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes.
Pero quién sabe dónde descansa inquieta mi mamá. Dónde están los padres, las madres, los compañeros, las vecinas, los maestros, las obreras. Dónde están los que lucharon y fueron muertos, asesinados, por la dictadura militar. El territorio nacional completo podría ser su última morada. Las dentelladas serían tantas y tan azarosas que no nos quedarían dientes. Pueden volver en cualquier huerto, en cualquier higuera, por los altos andamios de las flores más distantes. Qué fácil sería levantar en las manos una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes, sedienta de catástrofes, hambrienta. Y sin embargo. Hemos buscando sin buscar con la paciencia de los monjes, entregándonos a veces al devenir de los acontecimientos, luchando en luchas comunes con un alma ajada que no se parecía a ninguna. Hemos hecho colectivo un dolor tan punzante y único que parecía nacido para no tener igual, y sin embargo logramos hacer con él el amasijo ferviente de la alegría. Porque tantas veces fuimos tan alegres. Tantas y tantas veces no reímos de todo y nos deleitamos en el gozo del encuentro con los otros, los otros doloridos que juntos nos convertimos en sujetos de nuestra propia felicidad.
Porque luchamos, reímos, nos peleamos, nos enamoramos, tuvimos hijos, sufrimos penas de amor, emprendimos grandes empresas, logramos grandes logros, resistimos la resistencia a brazo partido, y construimos el proyecto nacional con sólidos ladrillos. Metimos presos a muchos culpables, encontramos a muchos niños perdidos, buscamos a otros hasta el cansancio y nos cansamos pero volvimos a sacar la lupa y sacar mágicas agujas de insólitos pajares.
Y seguimos adelante como si ya no hiciera falta encontrarlos, como si la paz estuviera en ese empeño de conseguir justicia, como si nos resignáramos a este duelo sin ritos, sin cuerpo, sin confirmaciones. Pero entonces, de repente, sucede que Marta Taboada, la mamá de Marta, ha sido encontrada. Sus restos, sus huesos, aparecen y deja de ser una desaparecida para tener identidad. Y Marta, Santiago, Andrés y Juan podrán velar a su mamá, su mamá se va a morir 35 años después de muerta.
No debería ser posible besar la noble calavera. Pero Marta puede, podrá besarla antes de que descanse en su última morada. No la frente preparada por el servicio fúnebre para ser besada por los deudos, no. La noble calavera. Los huesos enterrados sin ceremonias, desenterrados luego y mezclados con otros huesos y vueltos a enterrar sin nombre, sin historia, sin familia ni amigos ni compañeros ni ojos llenos de lágrimas ni flores. Esos huesos que persistieron en su insistencia de ser encontrados y buscaron el modo de llegar a quienes los necesitaban. Porque las madres saben hacer los sacrificios que hagan falta para que los hijos encuentren la paz que necesitan. Pero el beso de esos hijos no será sólo de ellos. Tendrán en la boca los besos de todos y los huesitos de su mamá la maternidad de todas nuestras madres. En ella, en el dolor que fue de ella sola, en el miedo que sólo ella sintió cuando el final fue tan claro, en la bronca que la atravesó cuando supo que nunca más volvería a ver a sus cachorros, en la transparencia que tal vez sobrevino con el último aliento, todas las madres nuestras, todas esas mujeres que creían en el socialismo y la distribución equitativa de las riquezas, se encarnaron para devolvernos a nosotros la esperanza de ser hijos de madres muertas en combate, de madres asesinadas, madres especiales y únicas, la esperanza de dejar de dar dentelladas en el aire por ser la tierra tan vasta que sería inútil rasguñarla para buscar unos huesos que nos devuelvan la identidad de ser hijos de mujeres concretas. Porque Marta no es más la hija de una desaparecida, Marta es la hija de Marta Taboada. Que murió fusilada una noche de verano en el barrio de Ciudadela. Junto a otros compañeros y compañeras. Y que será puesta en su última y definitiva morada en el cementerio de La Reja. Y a las desalentadas amapolas daremos su corazón por alimento, y entonces quizás Marta podrá empezar a hablar de tantas cosas, cosas que habían quedado sin hablar y sin sentido, esas cosas que la búsqueda de justicia deja para otro momento. Podrá volver mamá a encarnar su recuerdo para irlo dejando poco a poco, para venir sólo cuando sea necesario, cuando sea convocada para dirimir los entuertos de la vida, cuando le tengamos que decir a nuestros hijos lo mismo que ella decía o todo lo contrario, cuando estemos solas y desamparadas, cuando seamos felices y nos demos cuenta, cuando haya que hablar de muchas cosas, compañera del alma, compañera. <
Homenaje y despedida hoy en Moreno
Publicado el 27 de Agosto de 2011Hoy serán enterrados en el partido de Moreno los restos de Marta Taboada, militante secuestrada en esa localidad y luego desaparecida el 28 de octubre de 1976 junto a Juan Carlos Arroyo y Gladys Porcel; los tres identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense en el último año. Marta Taboada tenía 35 años cuando la secuestraron. Había militado en el Partido Revolucionario de los Obreros Argentinos y en el último tiempo estaba ligada al Frente Revolucionario 17 de Octubre. Era maestra y abogada, mamá de cuatro hijos y de dos mellizas que murieron en el parto. Su hija, la periodista Marta Dillon, convocó a concurrir hoy las 11:30 a la Plaza de Moreno, en Joly y Acconapé, frente a la estación de tren, al acto en su homenaje.
“Marta Taboada será enterrada en Moreno, la localidad donde fue secuestrada, donde estuvo clandestina los últimos meses y también el lugar donde fue feliz, donde se enamoró, donde nos sirvió a sus hijos sus polentas y bifes hechos entre volantes y discusiones políticas”, detalló en la invitación. “Desde allí caminaremos cinco cuadras hasta la casa donde fue secuestrada para poner una baldosa con su nombre en la vereda y luego partir hacia el cementerio donde finalmente descansará en paz, junto a sus padres ya fallecidos, allí donde se pueda leer su epitafio”, invitó Dillon. También participan de esta convocatoria, su mujer Albertina Carri, sus hijos Naná y Furio; Andrés Dillon, Laura Sánchez y sus hijos, Tomás y Julia; Juan Dillon y su hija Renata; Santiago Dillon y Graciela Casal, la Comisión amigos y familiares e Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.).
“Esta es una invitación y una convocatoria a decir presente por todos y todas los desaparecidos, para que se sepa que eran nuestras madres o padres, vecinos o vecinas, maestras o maestros, profesionales, obreros y obreras, estudiantes, parte de una sociedad que fue desangrada pero no se dejó vencer y camina desde entonces el largo camino de su recuperación. Espero de corazón que puedan acompañarnos”, llamó la periodista.
Fuente: Tiempo Argentino
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