lunes, 31 de octubre de 2011

El testimonio de Margarita Michelini, hija del diputado uruguayo desaparecido Zelmar Michelini


“Tenía miedo de que no me lo devolvieran”

En el juicio por el plan sistemático de apropiación de bebés durante la dictadura, Michelini contó cómo consiguió salvar a su hijo y reveló las trabas que le opuso una ex jueza de San Isidro. También aportó datos sobre otros secuestrados que pasaron por Orletti.

Por Alejandra Dandan
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Margarita Michelini declaró desde Uruguay, por teleconferencia.

La odisea para salvar a su hijo. El rol de una jueza de Menores que trabó la salida del país del niño. Su secuestro primero en Buenos Aires. Uruguay. En medio de una declaración algo incómoda, en la que ella iba buscando indicios en la memoria, un abogado le preguntó, otra vez, por los días en Automotores Orletti. Por el recuerdo de una de las imágenes de las embarazadas del centro clandestino, alguien de la familia de Santucho. En ese momento, Margarita Michelini habló de ser testigo: “El recuerdo que tengo es que era un embarazo avanzado, pero no sé si se corresponde con la realidad: yo no la vi. Mucho de lo que se sabe en estos momentos recae en el testimonio de las víctimas y ha pasado mucho tiempo, sé que en Argentina se investiga con otros mecanismos, que no es sólo lo que recuerda una víctima de situaciones de mucho estrés, con recuerdos que aparecen y desaparecen de su memoria y de otros que aparecen cuando se los vuelve a leer. Yo estoy segura de que ahí estaba ella embarazada hasta por el tono de voz, de lo que le decían, no tengo ninguna duda: ésa es la situación de un recuerdo afectivo, ahora los familiares podrían tener otra información. Yo no miento, no lo vi. Pero el único sentido que tiene una persona no es sólo la vista”.

Margarita Michelini declaró la semana pasada vía teleconferencia, desde Uruguay, en el juicio oral por el plan sistemático de apropiación de niños. Hija del diputado uruguayo Zelmar Michelini, asesinado en Buenos Aires en mayo de 1976, entre las primeras víctimas del Plan Cóndor, ella había militado en el Partido de la Victoria del Pueblo uruguayo y estaba radicada con su pareja y su hijo en Buenos Aires escapando de la dictadura del país vecino. La secuestraron en julio de 1976. Estuvo en Orletti y luego en Uruguay. Su testimonio fue pedido por la fiscalía y la defensa de los represores. Por un lado, ella podía dar cuenta de la presencia de mujeres como Sara Méndez, a quien le robaron a su hijo y es uno de los casos de este juicio. Podía hablar de otras detenidas embarazadas cuyas sombras se siguen buscando en Orletti. Pudo situar a Aníbal Gordon revisando a los prisioneros argentinos en Uruguay como dato de la coordinación represiva del Cóndor. Pero, por otro lado, los defensores de los acusados la querían ahí porque la odisea con la que consiguió poner a salvo a su hijo podría servirles de coartada para debilitar la idea de la sistematicidad de las apropiaciones. Un dato que las querellas desarmaron. El juicio parece tener probado hasta ahora que la lógica del robo de niños estuvo atada a la idea de desaparición diseñada por los militares argentinos, como dice el fiscal Martín Niklison. Un robo que no se dio en general con mujeres que sobrevivieron a los campos, sino que implicó la desaparición de sus madres. Sólo Simón Riquelo, el hijo de Sara Méndez, rompió esa lógica y casi por equivocación: los argentinos lo robaron al parecer creyendo que Sara iba a terminar desaparecida en el traslado a Uruguay.

Para el ’76, Margarita Michelini estaba convencida de otro de los datos que dan cuenta de la existencia del plan: sabía que los militares podían robarse a su hijo. La sospecha se acentuó cuando en un operativo desapareció una pareja con sus hijos: “Esos dos muchachos tenían tres hijos –explicó–, los niños no aparecían y en ese momento un amigo me dijo que capaz que no los devuelven porque ha sucedido en otras oportunidades y me habló de España. Por eso yo tenía miedo de que no me devolvieran a mi hijo”.

Margarita vivía en Villa Martelli con su compañero Raúl Altuna y su hijo Pedro. En julio los secuestró un grupo de tareas: “Estábamos con nuestro hijo y tuve un impulso así, de decirles que si no dejaban a mi hijo a los vecinos yo no me iba, en esa situación tuve suerte porque decidieron despertar a los vecinos del piso de abajo y me llevaron a mí con Pedro. Ellos tenían una niña, nos conocíamos como vecinos. Les pedí que por favor hablaran con mi familia, que les dijeran que les dejaba a mi hijo. Demoré bastante en saber qué había pasado con eso”.

Los vecinos no avisaron. A través de distintos contactos, enlaces y relaciones políticas, la madre de Margarita supo finalmente que el niño había quedado en ese lugar. “Los vecinos muy asustados, con una niña muy chica que vivió esa situación, se hacían cargo de Pedro, pero les habían aconsejado que denunciaran la situación porque si no podían tener un problema tomando a un niño que no era de ellos.” Durante algunos días, un grupo de represores se quedó en su departamento vigilando a Pedro. “No sé cuándo ellos dejaron la casa, porque mi mamá llegó una semana después y nunca me dijo de haber visto a ningún militar.”

Pedro pasó de la casa de los vecinos a estar a cargo, en guarda, de Julio César Saguier, ex intendente de la dictadura. Saguier se ofreció de garante porque el caso se había judicializado. La ex jueza de Menores de San Isidro Diana Bocaccio de Pincardini no quería darle el niño a la abuela porque decía no tener pruebas para acreditar una y otra identidad. A Saguier se lo dio por los avales que él mismo mostró: “Dijo que era argentino, católico y tenía plata”. Finalmente, Pedro llegó a Uruguay después de noviembre amparado por un expediente que Margarita ahora recuperó y podría ser una prueba para investigar a aquella magistrada: además de la demorada entrega, la jueza otorgó la tenencia amparada por una resolución que incluye una supuesta autorización de Margarita, un dato que no existió.

Argentina: Carta al amigo ausente

Querido amigo:

Esta carta que nunca llegará a tus manos o que quizás no termine de escribir y simplemente agonice en algún rincón perdido de los cajones de mi escritorio, simplemente pretende arrancar del olvido esa época tan hermosa de nuestras vidas. Estas líneas sólo intentan evocarte después de tanto y tanto tiempo, procuran demoler la muralla del olvido.

Desaparecidos.gif Esta carta que nunca llegará a tus manos o que quizás no termine de escribir y simplemente agonice en algún rincón perdido de los cajones de mi escritorio, simplemente pretende arrancar del olvido esa época tan hermosa de nuestras vidas. Estas líneas sólo intentan evocarte después de tanto y tanto tiempo, procuran demoler la muralla del olvido. Te quiero decir que pese a los años no sólo te recuerdo y te tengo presente, sino que (y creo que es lo más importante para los dos) sigo siendo el mismo tipo que conociste una noche de febrero de 1972 en el mítico Bar de Martín, ese bar y pizzería donde se solía reunir toda la izquierda militante de la zona y en la que, años después, ya en plena dictadura se fundo la Asociación Deportiva Berazategui, el club de fútbol que lleva camiseta naranja en honor a la legendaria lista naranja de la comisión interna de Rigolleau. Ironías de la vida, la mayoría de los hinchas de Bera no conocen el origen del color de la camiseta de sus amores.

Me sonrío al evocar esa, mi primera reunión en la orga, el saber que éramos parte de algo mucho más grande y más importante que nos hermanaba. Me acuerdo que en el transcurso del debate surgió una tarea y como todo novato fui el primero en ofrecerme, todos se miraron y “Bigote” dijo: “Esta bien que vaya con Beto”, rápidamente nos pusimos de acuerdo para encontrarnos al otro día en el ya desaparecido Medio Caño, una parada de colectivos que había en 14 y barrera de la ciudad de Berazategui, a las cuatro en punto. ¿Sabes una cosa? Cada vez que paso por ahí me acuerdo de vos.

Bueno vos sabes que mi deuda de gratitud contigo es imposible de medir, igual los recuerdos rebeldes suelen atravesar mi nostalgia. ¿Te acordás? Vos hacías fotografía, yo practicaba ciclismo y a los dos nos llamaba la atención lo que hacia el otro, hasta que terminamos con aquel extravagante canje de una bicicleta por una cámara de fotos (una Kiev rusa que termino sus días extraviada en un taller de reparaciones). Todavía me sonrío al recordar tu andar inseguro y la risa nerviosa cuando te bajabas de ese metálico caballo con dos ruedas.

Ahora que lo pienso nunca supe tu nombre y para vos yo siempre fui Cesar, conocías mi casa, yo conocía la tuya, cuando la urgencia militante nos daba un respiro, estábamos tomando mate, arreglando una bici o simplemente hablando de fotografía. Lo más que llegue a saber de vos es que trabajabas en una firma importadora de material fotográfico en capital, vos sabías que trabajaba en la construcción y “estudiaba” de noche. De todas maneras eran épocas de pocas o ninguna pregunta. ¿Te acordás de la noche que estábamos con los compañeros bloqueando las puertas de la cristalería Rigolleau? Había que impedir que la Guardia de Infantería desaloje a los obreros en huelga. Nos comimos los gases de la cana y la apretada de la patota de la burocracia del Sindicato del Vidrio y hasta alguno cayó en cana, pese a todo nosotros nos cagabamos de risa. Si hay algo que rescato de esos años (entre tantas otras cosas) es la enorme felicidad y alegría que le poníamos a todo, hoy que lo veo a la distancia me doy cuenta que no fue por inconsciencia o por un impresentable culto a la muerte como llegó a decir algún intelectualoide del establishment. Por sobre todas las cosas éramos profundamente felices de sentir que estábamos construyendo un mundo nuevo, una sociedad diferente, soñábamos que de alguna manera éramos una pequeña parte del Hombre Nuevo.

¿Te acordas del golpe militar? En los días previos estuvimos recorriendo todas las fábricas de la zona tratando de entrevistarnos con las comisiones internas, había que resistir, buscábamos desesperadamente nuevas formas de militancia. Desgraciadamente no fuimos capaces de anticiparnos a tanta barbarie.

No puedo borrar de mi memoria el día que fallaste a la cita, me dije “Que cagada, ¿Ahora cómo lo encuentro?” Deje pasar los exactos cinco minutos y me tome el primer colectivo que pasó. Al otro día te fui a buscar al ya previsto de antemano, chequeo y cuando no apareciste, las sombras invadieron mis pensamientos, eran los días que todo era difícil, los contactos orgánicos eran un sueño (y a veces una pesadilla porque no sabíamos con qué o quién nos íbamos a encontrar) por eso estábamos tan aferrados a los pocos contactos seguros que nos quedaban. Me fui a casa y mientras tomaba unos mates buscaba la salida al terrible laberinto, el que todavía no conocía en toda su dimensión. Dejé pasar un día y a la tardecita, apretando muy fuerte con mi mano derecha a Rebeca, que siempre me acompañaba a todas partes para no sentirme tan solo, contradiciendo las normas de seguridad, tomé la difícil decisión de ir a tu casa, sin pensar en otra cosa que encontrarte. La puerta del pasillo abierta de par en par fue el primer indicio, no sólo se abría una puerta sino también una herida muy difícil de cerrar; Pasé de largo lentamente, los nervios me devoraban, mi mano derecha casi ahogaba a Rebeca, de golpe, no sé cómo ni porqué, volví sobre mi rastro y con paso decidido me encaminé por ese pasillo que nunca me pareció tan largo. Tu casa, que era casi mía, estaba destrozada, la puerta rota, las cosas por el piso, mucho más no pude mirar, una lógica de supervivencia me hizo volver sobre el camino andado, al llegar a la calle mi desesperación cobró su real dimensión en el momento que veo que un chico de seis o siete años me miraba con el espanto dibujado en su rostro. Caminé a paso vivo, troté, empecé a correr ligero, te juro que no sentía pánico, pero el vacío que se me abría en el alma era mucho más fuerte que la suma de todos los miedos.

Llegué a casa sin saber cómo, agitado, dejé a Rebeca sobre la mesa, sobre su brillante empavonado se deslizaban las gruesas gotas de mi transpiración, me senté con la cabeza entre las manos y por primera vez en mi vida militante no supe qué hacer ni qué decir.

Todavía hoy no sé en que momento me resigné a saber que ya no habría ni una nueva cita, ni reunión, ni nada más. De alguna manera comencé a vivir con tu recuerdo como una calida presencia. Tiempo después me enteré que a tu compañera, la patota la había tirado abajo del tren y de tu hijo no supe nunca más nada. Por algunas palabras sueltas tuyas yo sabia que tu mamá tenia un almacén cerca de la barrera y avenida Varela, cuando lo descubrí, pase mil veces por la puerta y jamás me anime a entrar, al tiempo el negocio cerró y así perdí la ultima única pista que tenia de vos.

Cada vez que veo las fotos de los compañeros que ya no están, te busco, nunca te pude encontrar, ni siquiera un rastro, un dato, nada. Sos uno de los tantos que se perdió en la larga y siniestra noche de la dictadura.

Recién después de mucho tiempo me di cuenta que vos eras la única persona que sabia donde vivía, donde trabajaba, en qué lugar podía llegar a estar cubierto por unos días, sin embargo a ninguno de esos lugares llegó nunca ningún esbirro a buscar nada. Ahora soy consciente que tu silencio tiene que haber lastimado a tus verdugos muchísimo más que lo que ellos te lastimaron a vos. Si ya sé, me vas a repetir lo que aprendimos con el querido Ernesto Giudice, que decía que “la lucha de clases sigue en la mesa de tortura” pero vos sabes que yo veo todo con otros ojos, porque para mí tu obstinado, terco y elocuente silencio fue el que permitió que ahora yo te pueda escribir esta carta, que vos nunca vas a poder leer, pero me queda la ilusión que en medio de tanto horror la pudiste imaginar mientras, como siempre, te reías con esa risa tímida y nerviosa.

Guillermo Berasategui

Tomado de Blog Atea y Sublevada

Los viejitos asesinos...


Estimados compañeros
Hace pocos días se aprobó la ley que permite juzgar los delitos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura Decisión que contó con el voto unánime de todos nuestros legisladores
Hoy la senadora Lucia propone otra ley que permitiría ir para sus casas a la mayoría de los actuales y futuros procesados por esos delitos. Es una propuesta que desvirtúa lo aprobado con tantas dificultades

Seguramente la compañera legisladora no tiene en cuenta los siguientes hechos
Ya existe la posibilidad del arresto domiciliario por razones humanitarias.Fue el beneficio que tuvo el dictador Bordaberry y que tiene actualmente uno de los "viejitos" enfermos

Estos "viejitos" no son para nada inofensivos:Desde la carcel de Punta Arenas disponen copias de los archivos de la dictadura que no están disponibles para la justicia..No se arrepienten de sus crímenes que siguen cometiendo al mantener desaparecidos a muchos detenidos

Los informes del Comisionado Garces sobre la humanizacion de las cárceles señala grandes carencias en todo el sistema carcelario excepto en la carcel VIP de Punta Arenas

En caso de enfermedad son atendidos en el Hospital Militar en salas con un confort muy superior al que tienen la mayoría de los integrantes de las FFAA y sus familiares.Lejos también del que tuvieron los presos políticos al que aun se les niega el acceso a sus historias clínicas
Estos "viejitos" gozan de todas las garantía del debido proceso y no son objeto de torturas o maltrato con afán revanchista

Por otro lado si la edad avanzada es un impedimento para que los asesinos y desaparecedor es de vidas y bienes esten presos también esa edad tiene que ser un impedimento para ejercer la presidencia de un país.

Por todas estas razones rechazamos esta propuesta y pedimos que se traslade a las autoridades del FA y a los Representantes del FA por Canelones

Lewis Rostan

sábado, 29 de octubre de 2011

Artículo de Roger Rodríguez

PUBLICADO EN CARAS&CARETAS EL VIERNES 28 DE OCTUBRE DE 2011

LA CADUCIDAD CAE ANTE LA PRETENSION PUNITIVA DE LA HUMANIDAD

La penúltima máscara

Senadores y diputados ya la aprobaron. El presidente Mujica la promulgará. Por ley se impide que los delitos de la dictadura prescriban el próximo martes. Los jueces y fiscales pueden seguir actuando. Las víctimas presentan nuevas denuncias por tortura y violencia sexual. El cuerpo hallado en el Batallón 14 busca su identidad. La oposición ya anuncia recursos de inconstitucionalidad. La Suprema Corte de Justicia definirá. Parece haber caído la penúltima máscara de la impunidad.

ROGER RODRIGUEZ

rogerrodriguez@adinet.com.uy

Con los votos de todo el oficialismo, las cámaras de Senadores y de Diputados aprobaron esta semana una Ley por la que se devolvió la pretensión punitiva al Estado y se eliminó el obstáculo legal que sometía al Poder Judicial en su libertad de juzgar los crímenes cometidos durante la dictadura, que ahora fueron calificados como delitos de lesa humanidad y por tanto pasaron a ser imprescriptibles y perseguibles más allá de cuándo se cometieron.

La “Ley de Punitividad”, que procura cumplir con una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el Caso Gelman, despoja de su penúltima máscara a una impunidad establecida en Uruguay desde el 22 de diciembre de 1986, cuando el mismo Parlamento, también por una mínima mayoría, aprobó la Ley 15.848 con la que durante 25 años se amparó a los militares, policías y asimilados que protagonizaron el terrorismo de Estado.

La norma, que debía ser promulgada antes del lunes por el Poder Ejecutivo, no derogó formalmente la llamada Ley de Caducidad de la pretensión punitiva del Estado, pero terminó de eliminar sus efectos al impedir que durante el cuarto de siglo de su vigencia se compute el plazo de prescripción de los delitos de la dictadura y al declarar que los mismos son crímenes contra la humanidad de conformidad a los tratados internacionales de los que Uruguay es parte.

Sin embargo, la impunidad todavía no ha sido derrotada. Los legisladores de la oposición argumentaron en defensa de la caducidad que la ley aprobada por el Frente Amplio tenía vicios de inconstitucionalidad, por lo que se asegura que los abogados de los represores indagados interpondrán recursos que en última instancia deberán dirimir los cinco miembros de la Suprema Corte de Justicia quienes ya decidieron que casos de desaparición se tipifiquen como homicidios.

El génesis

Muchos de los jóvenes que a las 2.15 horas de la madrugada del jueves se hicieron desalojar de las barras de la cámara baja por expresar cantos y consignas contra la impunidad una vez que se había aprobado el proyecto, no habían nacido cuando la Ley de Caducidad fue creada en ese mismo recinto. La mayoría eran estudiantes de la Facultad de Ciencias Sociales, que un día antes ocuparon su casa de estudios en contra de la prescripción de los crímenes.

La prescripción, prevista para el próximo 1º de noviembre, imponía en forma definitiva la impunidad sobre los delitos que aún no han sido indagados por el Poder Judicial. Así lo había advertido la fiscal Mirtha Guianze un año atrás, cuando dio su testimonio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el marco del Caso Gelman. La inminencia de la fecha, obligó al Frente Amplio a tomar una decisión política que será en el futuro “muletilla” de la oposición.

El poeta argentino Juan Gelman y su nieta Macarena (nacida en cautiverio precisamente el 1º de noviembre de 1976) habían recurrido a la Corte de la OEA luego que el Estado uruguayo le negara el derecho a saber sobre el paradero de su nuera y madre, María Claudia, quien fue secuestrada embarazada en Buenos Aires y trasladada a Montevideo donde dio a luz antes de ser desaparecida. La Corte se pronunció contra Uruguay y la Ley 15.848 el pasado 24 de febrero.

Pero las máscaras de la impunidad habían nacido antes de la aprobación de la Ley de Caducidad. En 1984, mientras se negociaba el Pacto del Club Naval –que el Partido Nacional aún alega como el génesis de una impunidad que plasmaron en la Ley- los militares ya habrían acordado con el futuro presidente Julio María Sanguinetti eliminar “las huellas” de los desaparecidos a través de la “Operación Zanahorias”, por la que exhumaron y escondieron los cuerpos de las víctimas.

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La caducidad

Tras la asunción del Partido Colorado en 1985, todas las denuncias judiciales fueron sometidas a contiendas de competencias presentadas por la Justicia Militar. Un año tardó la Suprema Corte de Justicia en determinar la jurisdicción civil de los casos. Cuando lo hizo, las citaciones a los militares indagados fueron guardadas en una caja fuerte por el comandante del Ejército, general Hugo Medina. Ese desacato fue la excusa para aprobar la polémica legislación.

La ley 15.848 se aprobó bajo amenaza de una insubordinación militar. Ese fue el argumento que aceptó el líder blanco, Wilson Ferreira Aldunate, quien había rechazado dos proyectos de amnistía propuestos por el Partido Colorado. Carlos Julio Pereyra no lo aceptó y se separó el Movimiento por la Patria. Germán Araújo lo denunció y terminó siendo expulsado del Senado, acusado de promover una asonada con la gente que aquella noche rechazaba la ley fuera del Parlamento.

La propia Ley de Caducidad no se cumplió durante 20 años. En su artículo cuarto (exigido por algunos legisladores para aprobarla) se imponía una investigación sobre los desaparecidos que Sanguinetti encomendó al fiscal militar coronel José Sambucetti, quien se limitó a preguntar a los oficiales denunciados si había participado de los hechos. Todos dijeron que no, por lo que el fiscal concluyó que no había evidencias de la participación militar en los casos.

Ante ese escenario se promovió juntar firmas para someter la ley a un referéndum. Más de un año se demoró en obtener la voluntad del 25 % del padrón electoral. La validación de las firmas demoró meses. La Corte Electoral finalmente estableció el plebiscito para el 16 de abril de 1989, exactamente cinco años después del asesinato de Vladmir Roslik, el último muerto por la dictadura. La televisión no admitió la publicidad del voto verde. En un clima de terror ganó el voto amarillo.

La impunidad

Durante los diez años siguientes, bajo el gobierno de Luis Alberto Lacalle y en el segundo mandato de Sanguinetti, todos los casos de violaciones a los derechos humanos denunciados fueron amparados en la Ley de Caducidad. Incluso se incluyeron casos que habían ocurrido antes del golpe de Estado de 1973 (escuadrones de la muerte y otros) y situaciones vividas luego de la dictadura (caso Berríos). La ley se aplicó como una amnistía total para los represores.

En ese tiempo se fueron encontrando datos de la historia que se ocultaba. Se confirmó la coordinación represiva regional del llamado Plan Cóndor. Se recuperó, la identidad de niños uruguayos desaparecidos nacidos en cautiverio. Se documentó la decisión de matar a la maestra Elena Quinteros. Se denunció la operación Zanahorias. Se encontraron los Archivos del Terror en Paraguay. Y, pese a la negativa de Saguinetti, en el año 2000 se ubicó a la nieta de Gelman.

Con el nuevo milenio la impunidad comenzó a fracturarse. El trabajo de la Comisión para la Paz en la administración Jorge Batlle, el hallazgo de Simón Riquelo, la ubicación de centros clandestinos de torturas y la confirmación de que la mayoría de los uruguayos desaparecidos en el exterior habían sido traídos por tierra, mar y aire, fueron desnudando una verdad que, tras el “pacto de silencio”, ocultaba la existencia de enterramientos en unidades militares.

El triunfo electoral del Frente Amplio permitió que durante el gobierno de Tabaré Vázquez se aplicara de otro modo la propia Ley de Caducidad al admitirse la actuación judicial que, primero, derivó en el procesamiento del dictador Julio María Bordaberry y su canciller Juan Carlos Blanco por el homicidio de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz y, luego, con el caso del “segundo vuelo” de Orletti, permitió en 2006 el encarcelamiento de media docena de militares.

Las máscaras

La lucha de los familiares de las víctimas y de las organizaciones sociales contra la impunidad tuvo avances y retrocesos. El fallido intento de una ley interpretativa contra la caducidad en 2007, llevó a un nuevo intento de eliminación de la ley a través de una reforma constitucional que la anulara en un plebiscito, pero el voto rosado no tuvo a la hora de la votación en 2009 el necesario apoyo político. El Frente Amplio tampoco pudo votar una ley de anulación a principios de 2011.

A pesar de la vigencia de la Ley de caducidad, las máscaras de la impunidad fueron cayendo. La sonrisa se desdibujó en el rostro de Gavazzo, las negativas del fiscal Moller no impidieron que la justicia actúe en el caso Gelman, las excusas médicas de Cordero no frenaron su extradición desde Brasil, los arrebatos de los clubes militares no pararon los procesamientos, la indisciplina de algunos oficiales no detuvo el encarcelamiento de un general en actividad…

La promulgación de la ley aprobada en el Parlamento, impedirá la prescripción de los delitos, posibilitando que los jueces y fiscales continúen actuando, cuando ante los juzgados se están presentando nuevas denuncias por torturas en unidades militares, que incluyen casos de violencia sexual (ver recuadro). La “Ley de Punitividad” libera al Poder Judicial de su sometimiento al Poder Ejecutivo e impone, al decir del diputado Darío Pérez, la “pretensión punitiva de la humanidad”.

La penúltima máscara parece haber caído, pero aún reinan los dioses del silencio, el secreto y la solemnidad. Encontrar los mecanismos para romper el pacto de silencio de los militares, eliminar el secreto de los archivos de Estado que revelarán verdades ocultas y superar las solemnidades que siguen paralizando al sistema, aparecen ahora como los desafíos de una sociedad uruguaya que necesita arrancarse hasta el último antifaz de impunidad.

En sus zapatos

El viernes 21 de octubre, el equipo técnico que hacía excavaciones en el Batallón de Paracaidistas Nº 14 de Toledo en busca de desaparecidos, encontró el cuerpo de un hombre, enterrado a un metro y medio de profundidad. Es el tercer cuerpo de un desaparecido que se logra ubicar. En 2005, se habían hallado los restos de Ubagesner Chávez Sosa en una chacra de Pando y de Fernando Miranda en el Batallón de Infantería Nº 13. Los estudios científicos determinarán la identidad de la víctima. El cuerpo estaba vestido y con zapatos. Se especula que no proviniera de un centro clandestino de torturas donde los mantenían sin ropas.


Violencia Sexual

Veintiocho ex presas políticas presentarán hoy una denuncia contra un centenar de militares, policías y asimilados, por violencia sexual como método de tortura durante su cautiverio en el Penal de Punta de Rieles y en otros seis centros de reclusión en los años de la dictadura. Se incluyen unidades militares y policiales del interior. La denuncia establece que los cuerpos de las víctimas fueron un “botín de guerra” y que la vejación fue parte del plan sistemático aplicado por los represores, por lo que constituye un crimen de lesa humanidad. Los abogados presentarán el caso esta tarde ante el juzgado penal de 7º turno.


Acusan a siete ex militares chilenos por desaparición de uruguayos en dictadura



Agencia France Presse

Santiago de Chile -- Siete ex militares chilenos fueron acusados este miércoles por un juez del secuestro de tres ciudadanos uruguayos desaparecidos en septiembre de 1973 tras el golpe militar que encabezó Augusto Pinochet, informó el miércoles un comunicado del Poder Judicial de Chile.

El juez Joaquín Billard responsabilizó a los ex militares por el secuestro de los uruguayos Ariel Arcos Latorre, Juan Povaschuk Galeazzo y Enrique Pargadoy Saquieres, quienes llegaron a Chile en calidad de exiliados políticos tras ser vinculados en su país con el movimiento guerrillero de izquierda Tupamaros.

Luego de ser arrestados, los uruguayos “fueron sometidos a interrogatorios y torturas” en el Regimiento Ferrocarrileros y se ordenó su traslado al Estadio Nacional de Santiago, un lugar utilizado como centro de detención tras el golpe militar, pero antes de llegar fueron bajados por un jefe militar, “desconociéndose su actual paradero”, indica la nota.

El proceso pasará ahora a un juicio en el cual se conocerá la sentencia contra los siete ex militares, procesados todos ya por otros casos de violaciones a los derechos humanos cometidas en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Los acusados son el ex general Francisco Martínez, los coroneles Mateo Durruty y Lander Uriarte, el suboficial René Eloy Cruces, y los uniformados Gabriel Montero, Moisés Retamal y Guillermo Vargas.

Los tres uruguayos eran parte de un grupo de siete personas que se escondían en una mina abandonada ubicada en un valle cercano a Santiago conocido como Cajón del Maipo, para huir a Argentina, donde fueron encontrados y arrestados por la policía chilena, que los trasladó hasta el regimiento militar.

El juez elevó la causa a estado de plenario, etapa previa al dictado de sentencia de primera instancia.

Los tribunales chilenos mantienen abiertas unas 350 causas por desapariciones, torturas, encierros ilegales o conspiraciones que datan del período dictatorial, que dejó más de 3,000 víctimas, entre muertos y desaparecidos.

viernes, 28 de octubre de 2011

nueva causa entrada hoy en el juzgado de la calle Misiones


Un grupo de 28 mujeres que estuvieron presas en la dictadura presentó este viernes denuncias contra decenas de policías, militares, médicos y enfermeros, por abusos y torturas.

“Los denunciados tuvieron activa participación durante la detención y prisión de las denunciantes en los distintos establecimientos carcelarios, siendo todos ellos responsables directos e indirectos por acción u omisión de la comisión de delitos calificados como de lesa humanidad cometidos en forma sistemática y planificada consistentes en delitos sexuales (violencia sexual, violación, desnudez, tocamientos, entre otros) y torturas (tales como plantones, picana, submarino, entre otros), afectando su integridad física y mental y su derecho a la dignidad, principalmente, tal como surgen de los relatos que se adjuntan de cada una de las denunciantes”, señala el documento de la denuncia.

El grupo de mujeres está integrado por militantes de distintos partidos políticos y gremios, en el momento de la dictadura.

Por su parte, entre los denunciados se encuentran Jorge Silveira, José Nino Gavazzo, Gilberto Vázquez, Miguel Dalmao y Manuel Cordero, entre otros.

También se incluye a todos los oficiales y suboficiales que entre 1972 y 1985 se encontraban en los establecimientos: Penal de Punta de Rieles, 300 Carlos, Regimiento de Caballería No. 9, Cuartel Km. 14 Cno. Maldonado, Establecimiento La Tablada, Casa de Punta Gorda, Cárcel de Pueblo (Parque Rodó), Regimiento de Caballería No. 4, Hospital Militar, Artillería No. 1 (Cuartel La Paloma), Batallón de Ingenieros No. 1, Batallón de Infantería No. 5 de Mercedes, Batallón 5o. de Artillería, Cuartel de Infantería No. 7 de Salto, Cuartel No. 13, Cuartel No. 6 de Caballería.

En la denuncia se agrega que las detenidas eran doblemente victimizadas, tanto por su ideología como por su condición de mujer, utilizándose su cuerpo como un botín de guerra.

“Todas estas prácticas realizadas no sólo buscaban destruir a las detenidas sino que también procuraban morbosamente el placer de los torturadores en sus distintas manifestaciones, ya sea tocándolas, impidiéndoles el aseo por tiempo prolongado y cuando lo permitían observándoles permanentemente y apuntándoles con un arma, realizándoles plantones totalmente desnudas, no dejándolas dormir, soltándoles perros, no brindándoles agua ni alimentos, impidiéndoles realizar sus necesidades básicas e incluso colocándole ratas en los genitales habiendo sido previamente untadas con grasa”, añade.

Otro caso afuera para investigar La Diaria

Otro caso afuera

Justamente, en ese plano, el juez penal de 5º turno, José María Gómez, desarchivó de oficio en las últimas horas el caso de Óscar Baliñas, militante del Frente Izquierda de Liberación (Fidel) desaparecido en 1977. La decisión estuvo motivada por la revocación por parte de Presidencia de los actos administrativos por los cuales aplicó la Ley de Caducidad. Este expediente fue archivado en 1989 luego de que fuera amparado en esta norma por Julio María Sanguinetti. Baliñas fue detenido en su domicilio el 21 de junio de 1977 y recluido en La Tablada.

En el informe que las Fuerzas Armadas remitieron en 2005 a Tabaré Vázquez, atribuyeron la detención de Baliñas al Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas (OCOA). Según ese documento, falleció en la noche del 18 al 19 de julio en el Hospital Militar y sus restos fueron enterrados en el Batallón de Infantaría Nº 13 y posteriormente exhumados y trasladados al predio del Batallón 14, cremados, y sus cenizas y restos fueron "esparcidos en la zona".

La jueza de Fray Bentos Livia Pignataro también actuó de oficio en el caso del homicidio de Vladimir Roslik, ocurrido en abril de 1984. Días atrás se reabrieron las actuaciones luego de que Presidencia enviara dos de los expedientes directamente vinculados y buscados, antes sin éxito, en las dependencias judiciales. Ayer se supo que Presidencia envió a la magistrada los otros dos expedientes que aún no habían aparecido y que están caratulados "Federación Médica del Interior. Denuncia", con fecha 1986, y "Sainz Pedrini, Eduardo. Denuncia", con fecha 1984. Sainz Pedrini es el médico militar que firmó la falsa autopsia de Roslik. Pignataro había solicitado a Presidencia la búsqueda luego de que se constatara que esta documentación había sido remitida a Sanguinetti unos días antes de culminar su primer mandato.

Lourdes Rodríguez

Presentación de causa por violencia sexual en dictadura

VIOLENCIA SEXUAL.

A su vez, entre hoy y mañana un grupo de 28 ex presas políticas presentarán una denuncia por las torturas y violencia sexual que sufrieron estando detenidas. La denuncia apunta contra oficiales, personal subalterno y médicos y enfermeros del Hospital Militar. Entre los denunciados, que en total son más de 40, figuran los exrepresores que ya están en prisión.

En la acción se denuncian hechos ocurridos en la Cárcel de Punta Rieles, que durante la dictadura funcionó como centro de detención femenino.

A su vez, se pondrán en conocimiento de la Justicia los ataques sexuales sufridos por las detenidas en al menos otros seis centros de reclusión.

Pero, además, en la denuncia también se da cuenta de hechos ocurridos en unidades militares de Paso de los Toros y Mercedes, así como bajo jurisdicción de las jefaturas de Policía de Montevideo y Salto.

La ley que se aprobaba esta madrugada salva el escollo jurídico que se planteaba el 1° de noviembre, fecha que según la tesis jurídica mayoritaria, se extinguirían los ilícitos.

"toda la cancha". A nivel de los militares retirados, también hay reacciones ya que se anunció que se presentarán denuncias contra miembros de la guerrilla que no fueron juzgados en su momento.

"Ahora vamos a salir a jugar el partido en toda la cancha", dijo a El País el presidente del Centro Militar, coronel (r) Guillermo Cedrez, quien estimó que habría unos 30 casos que podrían ser denunciados.

Las denuncias serán presentadas por un grupo de cuatro abogados que trabajaban en la institución.

Asimismo, el Centro Militar también pidió asesoramiento jurídico para reclamar ante la Suprema Corte de Justicia la inconstitucionalidad de la ley que se aprobaba en la madrugada.


jueves, 27 de octubre de 2011

En nombre de Familiares


Palabras de: Emilia M Carlevaro, Mesa Redonda (IDM, Salón Dorado, miércoles 5 de octubre 2011, 20h.)

En nombre de Familiares quiero reconocer y celebrar que la editorial Trilce y la Red de amigos de LPA hagan el esfuerzo de juntarnos para reflexionar sobre temas tan actuales. Familiares, organización con la que contribuyo desde hace tiempo me honró delegándome su presencia en esta Mesa y yo quiero eximir a Familiares de todos los errores que pueda cometer en su transcurso.

Hechas las aclaraciones, voy a hacer las acotaciones. El pensamiento de Perico en materia de DDHH, es vasto y profundo. Está fundado en un conocimiento hondo de la teoría y en una práctica de compromiso cotidiano por su construcción. Un análisis exhaustivo exigiría herramientas jurídicas, filosóficas, sociológicas, teológicas que no están en mi caja de instrumentos. Sí está en mi la comprensión de los derechos humanos como “un camino abierto, a recorrer viviéndolo, en la que personas y pueblos van planteando – producto de sus realidades, tanto de existencia como de conciencia- nuevas metas” . Como una parte esencial de nuestra cultura. Entonces si estamos acá es porque Perico es el Perico de sus múltiples escritos y conferencias nacionales e internacionales y es también el Perico de La Huella y su permanente deambular alentando, ayudando a los que sufren, compartiendo sus dolores y luchas, sus derrotas y sus esperanzas, sus claridades y sus oscuridades. Es el Perico de la teoría y el de la praxis.

Esta convicción de Perico en la indivisibilidad de los derechos humanos y en la necesidad de vivirlos como sociedad, del compromiso y la solidaridad tiene una vigencia extraordinaria en esta sociedad nuestra y en las sociedades latinoamericanas que exigen una transformación que las centre en las personas, en su humanización.

Estamos atravesados por serios problemas en este campo y ojalá pudiéramos reunirnos para reflexionar sobre múltiples cuestiones de este Uruguay fragmentado. Pero los organizadores, correctamente, saben que eso es inabarcable en esta instancia y acotaron el tema al perdón y nos orientaron con un texto disparador. Además yo hoy estoy acá por un organismo que, en su humildad y heterogeneidad, se ocupa específicamente –sin olvidar lo demás- de la desaparición forzada de personas y razonablemente se espera que me refiera a ese punto, salvando antes el reconocimiento de la unidad (no el antagonismo) de los distintos aspectos de los derechos humanos.

Subrayo esto porque últimamente se han oído voces “antagonizadoras”, que han planteado que la necesidad de atender las urgencias de los más desposeídos de alguna manera nos impondría el abandono de hechos del pasado. Es decir, hacen variaciones con distinto texto y melodía sobre el mismo tema, aquél que todos conocimos hasta el hartazgo, y que nos refería a “los ojos en la nuca”. Pero, el nuevo texto es peor porque se plantea concretamente el antagonismo entre las necesidades de los oprimidos y postergados de hoy y las necesidades de una sociedad herida por albergar en su seno luchas y luchadores contra la injusticia y la opresión. Entonces, divorciadas ambas cosas, ¿qué hacemos con estos crímenes que nos inflingió la dictadura, si tenemos que atender a esta urgencia social? Los perdonamos… Y aquí debería decir, para usar una expresión de Perico, la mala conciencia, los obliga a desvirtuar las palabras, porque en realidad debería haberse dicho “los olvidamos”. Perdonar… ¿de qué, a quién de cada qué, a los criminales, a las instituciones?, ¿Quién perdona? No se sabe. El perdón genérico, el perdón tipo cheque en blanco, el perdón que Perico califica como “epidérmico y artificial” no existe más que como una forma hipócrita de designar al olvido.

Dice Perico “Triste sería conservar para siempre en nuestra memoria colectiva el hecho fatal de que nos hemos convertido en pueblos pusilánimes doblegados por abyectas amenazas de algunos militares que obligan a olvidar y dejar impunes a los criminales. Sería insoportable convivir para siempre con la propia vergüenza y la dignidad perdidas. La paz, que siempre es fruto de la justicia restablecida, se volvería una ilusión inalcanzable y nostalgiosa.
Y aquí aparece el rol clave de la memoria colectiva. No para juzgar, pues para eso están los jueces y el ordenamiento constitucional, sino para amparar este presente que no puede gestarse sin memoria inmediata”.
Y en otro escrito “olvidar los crímenes pasados se convertiría en un nuevo crimen contra el género humano” .

Me detengo en estas expresiones que hemos escuchado porque no son “cuentas de colores” excepcionales ni aisladas. Desde el comienzo del período post dictatorial se han sucedido permanentemente –con las honrosas excepciones que todos conocemos- desde las dirigencias políticas discursos en los que se negaban o minimizaban los crímenes de lesa humanidad; los que interpretaban a la luz de la teoría de los dos demonios; los que banalizan el mal; los que encubren criminales y los que derraman “perdones”. Ellos han sido moneda corriente en el tratamiento del tema. Y todo esto, que es siempre grave, es más grave en una sociedad con problemas de integración social como la nuestra y –por suerte- con deseos de transformación. Así se han descontextualizado los crímenes dictatoriales y se ha logrado esfumar el sentido último de las dictaduras de la Doctrina de Seguridad Nacional. Se ha logrado separarlas de su determinación de imponer un modelo socioeconómico que conlleva la injusticia social y que requiere para ello, la obnubilación de la consciencia de la gente, la paralización de su movilización, la minimización de sus capacidades críticas, propositivas y organizativas, su alienación en el día a día, la enajenación de su historia y de sus verdaderos cauces liberadores.

Algunos dirán que estas cuestiones son cosas del pasado. Sí, en nuestro país los crímenes de Estado ocurrieron en el pasado, pero en el mundo, ni en América Latina se han desterrado. Miremos lo que pasa, escuchemos las noticias. Esto no lo digo por alarmar ni confundir sino que lo digo porque los pueblos tenemos que conocer nuestra historia y todo intento de desvirtuarla no sólo nos priva de las enseñanzas útiles para desarrollarnos humanamente, para afianzar principios y sensibilidades, sino de las páginas que nos sirven para prevenirnos. Entonces la memoria, que hace a la historia, es una condición para la lucidez del presente, para la prevención de los errores y de los horrores.

Escribe Perico “No seremos constructores de unidad mientras no logremos una nueva relación con quienes padecen injustamente la desaparición forzada y la impunidad de sus verdugos…. Sólo así llegaremos a un nuevo tipo de solidaridad, de confianza mutua entre víctimas sufrientes y ciudadanos dispuestos a no banalizar nunca más el dolor que queda atenazado en la impunidad por razones de Estado o de “instituciones políticas salvadas”. Si la grandeza de esas instituciones consiste en que pueden custodiar y transmitir el recuerdo de los acontecimientos históricos, su miseria, por el contrario, consiste en los recuerdos que ellas relegan selectivamente al olvido…. Y allí están los monumentos, las celebraciones patrias junto a los silencios vergonzantes, la historia oficial junto a la oculta… Es claro que más allá de un elemental reclamo de justicia por parte de las víctimas, está la obligación que todos tenemos de impedir por todos los medios que vuelva a suceder lo que ocurrió. La memoria de los detenidos desaparecidos debe mantenerse viva en el pueblo, es vital si queremos neutralizar los efectos de la impunidad en su maldad más dañina. ¡Pero cuidado!, porque los verdugos buscarán por todos los medios impedir que se puedan hacer explícitas las razones que tiene ese pueblo para no olvidar lo que pasó. Ello está vinculado con la imperiosa necesidad que tienen los de mala conciencia de que no se mire atrás…. Una conclusión es esencial: no se recuerda, no se juzga el pasado sólo para castigar o condenar, sino para aprender… Lo vivido no debe ir a alojarse en algún lugar recóndito de la memoria. Se debe integrar al alma del pueblo afectado y hacer parte de su ser para siempre.”

A esta altura, por lo menos los adultos deberíamos saber que, por suerte, la historia no comienza ni termina con nosotros, ni aún cuando nos muramos. Así que si sinceramente queremos que la sociedad crezca en principios, en conciencia, sensibilidad y participación, mejor sería que nos dedicáramos a reforzar las tareas de investigación de la historia reciente, que ayudáramos a que la verdad que nos niegan los verdugos y sus instituciones, saliera a luz para integrar la historia sí y para insumo presente de acciones judiciales.

Otra de las “cuentas de colores” que se lanzó sobre la sociedad fue, en ocasión del fallo de la Corte Interamericana, la de la “intromisión” de tribunales internacionales. La molestia deriva porque de alguna manera se erosiona o se lesiona la soberanía. Cuesta creer que en el S XXI alguien de buena fe lance tal afirmación.

Los Estados, que son los autores de estos crímenes, salvo que hagan un cambio radical en su dirección, suelen investigarlos y juzgarlos por la presión de sectores de la sociedad civil, por presiones desde el exterior. Lo que pase en cualquier lugar del mundo con los derechos inalienables de las personas no puede quedar sólo librado a la voluntad de los Estados, aunque ellos tienen el deber de ser sus promotores y custodios. La historia es reiterativa en demostrar cómo ellos se desentienden de sus responsabilidades en los hechos o los sesgan. Todos somos partícipes de cuánto debe la sociedad civil trabajar desde fuera de las estructuras gubernamentales para denunciar e investigar los atropellos de los Estados que violan los derechos de las personas y las comunidades. Todos sabemos la importancia de la solidaridad internacional. ¿Qué debemos hacer las personas cuándo se avasalla a nuestros semejantes? ¿Debemos desentendernos porque los hechos ocurren en otro país o contra personas de otra nacionalidad? ¿Debemos ser indiferentes u omisos? No es menor el papel de defensa de los DDHH que les cabe a las sociedades, a las organizaciones no-gubernamentales generadas a tales efectos. El derecho internacional ha ido avanzando a su ritmo en incorporar y legislar la participación civil, no-gubernamental, en la función de alegar y demostrar la culpabilidad de los Estados, de controlarlos y últimamente, incluso de las personas concretas dentro de los Estados. Obviamente esto no implica que cualquiera pueda hacer cualquier cosa, sino establecer los canales y los instrumentos para que los pueblos y personas puedan defenderse cuando los Estados los avasallan.
Por supuesto que también pueden actuar otros Estados y son muchas las posibilidades que tienen para hacerlo. Simplemente se quiere dar una garantía más a la humanidad porque también todos sabemos que los Estados suelen prescindir del tema cuando no conviene a sus intereses y que –como los personajes más pedestres - suelen pensar “hoy por ti, mañana por mí”, mientras públicamente se escudan en el derecho de no intervención.
Nuestro país debe reconocer la enorme solidaridad internacional que recibió en las épocas de la dictadura en lugar de refunfuñar con estúpidos argumentos de soberanía nacional. También en este punto quiero traer a Perico: (refiriéndose al derecho de no injerencia y al derecho solidario de injerencia) “Y esto por la sencilla razón de que existe un derecho de solidaridad de los seres humanos entre sí en cuanto humanos que está más allá de las fronteras de los Estados. El derecho humano forma una unidad en la humanidad que es anterior a los Estados. Cada uno de nosotros, como seres humanos, estamos solidariamente unidos a este nivel. A nadie se le debe escapar el hecho de que la eficacia de la acción contra la violación de los derechos humanos reposa en última instancia, en una opinión pública mundial informada y sensibilizada sobre ellos. Si cada uno, individual y colectivamente, comienza a tomar sus propias responsabilidades y a considerar seriamente el derecho de injerencia en este campo, los Estados estarán más atentos a sus obligaciones y mejor controlados. En este sentido, la injerencia no será nunca algo negativo, sino el imperio de la responsabilidad y de la solidaridad entre los seres humanos”

El pueblo uruguayo, oriundo de un país pequeño, joven, al cual tanto dolor le costó instalarse como una república democrática y forjar un destino que en su momento lo honró con ser tierra de asilo y que cultivó la solidaridad, no puede, no debe, considerar como una afrenta que una corte internacional condene a su Estado. Quienes lo deshonraron son los criminales que actuaron en su nombre, no los que apelan a ella por el bochorno de tener los caminos internos tapiados. De alguna forma el Uruguay debe comprender que pertenece a un mundo en el que, fruto de la historia y de los principios compartidos, los Estados han reconocido que los crímenes de lesa humanidad no son prescriptibles ni amnistiables.

Al Uruguay le hace bien este fallo de la Corte, lo impulsa a conocer, a reconocer y a sanar la sevicia del pasado, pero también contribuye a liberarlo de la confusión a la que se ha condenado a nuestra sociedad con tantos galimatías locales. Creo que los crímenes de la dictadura fueron tremendos y creo también que la forma en que se trataron en la post dictadura fue nefasta para su reparación y para la prevención de su reiteración, lo que comúnmente llamamos el Nunca Más. Como señala P, nunca se pueden usar las mismas categorías de perdón y reconciliación del plano interpersonal para las sociedades en conflicto. En estos casos deben usarse categorías políticas que no son simples ni sencillas. “Siempre habrá que superar el círculo vicioso de las revanchas, de los desquites y venganzas. Pero nunca a costa de incorporar a la comunidad al enemigo con su injusticia, prescindiendo de un análisis profundo y serio de sus propósitos. El pastor nunca mete al lobo en el redil de las ovejas”
En nuestro país, las víctimas sobrevivientes, los familiares de los desaparecidos y los opositores a la dictadura han dado sobradas muestras que no los guía la revancha, el desquite o la venganza. Por ahí no se generó ni está el problema. Éste surge del tratamiento político nefasto para la reparación del tejido social que han impulsado muchos dirigentes políticos y responsables institucionales (algunos por mala fe, otros por cobardía, otros porque priorizan sus intereses, etc.). Así nos han privado de la oportunidad de que en la democracia renaciente forjásemos el desarrollo de una sociedad con principios humanos y humanitarios sólidos, reforzados por la experiencia histórica; una sociedad recreadora de los principios artiguistas con una sensibilidad actualizada.

No tengo tiempo, y a esta altura no deseo, enumerar la ristra de canalladas con que algunos han tratado el tema. Su espectro va desde la mentira a la banalidad; desde la flaqueza de voluntad hasta la hipocresía de algunos que llegan a metamorfosearse en demócratas; desde la prepotencia y la amenaza al servilismo. A ellos, Perico les advierte: “Cada vez que un político manipula el dolor de los demás y ofrece lo que sabe que no es una solución está manoseando lo más sagrado que tiene la sociedad: la esperanza de que un día seremos más humanos.”

Muchas gracias.
Publicado por Madres y Familiares de Uruguayos Desaparecidos